Soy una persona a la que le gusta observar el mundo y contarlo. Sí, escribo sobre tecnología o conflictos de todo tipo, pero no porque tenga un pasado de espía ni nada de eso. He podido viajar bastante, trabajar y vivir en sitios muy distintos unos de otros, he escuchado a mucha gente y, al final, las historias se me quedaron dentro. Así que un buen día decidí liberarlas y compartirlas con quien quisiera escucharlas o leerlas.

   Ahora vivo cerca de una gran urbe, en uno de los muchos pueblos de la capital de España. Es mi refugio. Paseo, compro el pan en la tahona de siempre y me pierdo por el parque. Si una se fija bien, hasta en un pueblo tranquilo como este hay dramas microscópicos que podrían llenar novelas.

   ¿Que cómo empecé a escribir? Por pura terquedad. Trabajé años analizando datos, informes, conflictos, asuntos internacionales… y un día entendí que los números no bastan. Hacía falta algo más. Una voz humana. Así nació mi primera novela: Código Ceniza. De querer darle alma a algo tan frío como lo es la tecnología.

   ¿Mis hábitos? Levantarme pronto, yoga y meditación antes del café por la mañana, paseo al atardecer, y noches leyendo en el jardín. A veces me ayudan las plantas más que las personas. Ah, y sí, me gusta el pueblo porque desde mi ventana veo el campo, no edificios.

   ¿Consejos para escritores? Observa, escucha, cuestiona hasta lo que parece más insignificante. La mejor trama puede estar en una conversación de bar o en cómo alguien evita un charco al caminar. Las conspiraciones no son necesarias. Solo lo son las personas.

   Gracias por leerme, de verdad. Al final, los libros son como esos bancos de un parque. Están ahí, quietos, esperando a que alguien se siente un rato y sienta su momento presente. Da igual si es una novela, un poema o el menú de un bar. Leer nos hace parar, respirar, y eso hoy es casi un acto revolucionario.

   Así que, si me tienes en cuenta, te agradezco cada minuto que dedicas a disfrutar de la lectura. No solo por mí, sino por cualquier autor que te haya hecho reír, rabiar o mirar el cielo de otra manera. Y es  que cada vez que abres un libro, le das vida a algo que nació de las emociones y los recuerdos de alguien. ¿Hay algo más bonito que eso?

   Lo cierto es que las mejores historias no están en las redes sociales ni tras la pantalla de un ordenador, sino en lo que la gente ignora mientras camina. Por eso, gracias por detenerte un momento y valorar tu momento presente.

Gracias infinitas por ser.

Gracias por estar.

Gracias por pararte, observar, decidir... y tomar acción. 

Ángeles

Hola,

soy Ángeles